Capítulo 24
Al día siguiente, todo estaba
en calma. Ruby y Asteria no habían preguntado nada de lo que había ocurrido en
el camerino para poder calmar los ánimos de Regina y Emma. Solo sabían que,
cuando salieron las 4, estaban muy sonrientes.
Pero como siempre, los
instintos de la loba y sus aguzados sentidos descubrieron lo que hacían ellas 4
dentro del camarote.
Emma estaba atando un cabo
cuando un resplandor la sobresalto.
- Hola, Emma… - dijo la diosa
de la caza.
Emma se dio la vuelta y le
sonrió.
- Hola Artemisa… - dijo Emma
con una sonrisa y mirándola por encima del hombro mientras terminaba de atar el
cabo. – Xena y Gabrielle están en popa, en el puente de mando, manejado el
barco… - dijo mientras se daba la vuelta y la miraba.
- No vengo a verlas a ellas…
Vengo a verte a ti… - dijo Artemisa mirando a la rubia.
Emma entrecerró los ojos.
- ¿A mí? – dijo incrédula. -
¿Para qué?
- Si… - dijo la diosa caminando
alrededor de la rubia. –Te he observado. Luchas bien, Emma. Pero debes
perfeccionar tu técnica… - dijo mirándola a los ojos. – Te propongo un trato…
Emma miro desconfiada a los
ojos.
- ¿Qué trato? – pregunto la
rubia cruzándose de brazos y apoyándose en el borde del barco.
- Te llevare al Olimpo… - dijo
Artemisa mirándola con una sonrisa. – Y allí perfeccionaras tu técnica…
- ¿Al Olimpo? ¿En serio? – dijo
Emma levantando una ceja.
- ¿Qué ocurre aquí? – dijo Xena
acercándose.
La diosa y la rubia se dieron
la vuelta para ver como Xena, Gabrielle y el resto de mujeres se acercaba.
- Artemisa me decía que quiere
llevarme al Olimpo… - dijo Emma mirando a la morena de ojos azules.
Xena alzo una ceja y miro a la
diosa.
- ¿Al Olimpo…? – dijo Gabrielle
mirando a la diosa.
- Allí podrá perfeccionar esa
técnica… - dijo Artemisa mirando a su Elegida con una sonrisa y desviando la
mirada hacia Emma con una sonrisa.
Regina miraba la conversación
junto con Ruby y Asteria en silencio. Pero no se le escapo la mirada de deseo
que la diosa Artemisa le hecho a Emma.
- Si Emma va, yo quiero ir con
ella… - dijo Regina mirando seriamente a Artemisa.
La diosa se dio rápidamente la
vuelta para mirarla.
- Ella necesita concentración…
- dijo Artemisa mirando de arriba abajo a la morena con una ceja levantada. –
Además… Necesita concentración…
Regina iba a protestar cuando
Emma la interrumpió.
- Si Regina no va, yo tampoco,
Artemisa… - dijo Emma con mirada desafiante.
- Muy bien…. – dijo la diosa
con un suspiro.
- ¿Por cuánto tiempo? – dijo
Emma.
– Aquí será como si pasara un
día, pero en el Olimpo será como un mes… - dijo Artemisa con una sonrisa. Emma
miro al resto de mujeres y luego a la diosa.
- Ok… - dijo con un suspiro.
Junto con Regina, se encaminaron hacia el camarote a coger lo necesario.
Mientras, las otras mujeres se
quedaron hablando con la diosa.
- ¿No va a ser peligroso? – dio
Ruby mirando a la diosa con preocupación.
- Tranquila… - dijo con una
sonrisa. – Tu preocupación es solo de amiga… - dijo sonriendo la diosa.
- No quiero que le pase nada a
ninguna de mis amigas… - dijo seriamente Ruby mirando a la diosa y señalando
con la mano a Emma y a Regina.
- Tienes mi palabra, Ruby… - dijo
Artemisa seriamente.
Ruby asintió y se fue con
Asteria.
Xena y Gabrielle miraron como
se fueron y cuando estaban alejadas, se volvieron hacia la diosa.
- Te he visto como la miras,
Artemisa… - dijo Xena a la diosa.
- ¡Xena! – dijo Gabrielle.
- ¿Y cómo la miro? – dijo la
diosa mirando a Xena.
– La quieres… Quieres besarla y
llevártela a la cama… No hagas nada estúpido como intentar besarla…
Artemisa miro a la guerrera.
- No sé a qué te refieres… -
dijo la diosa de la caza.
- Yo también lo vi, Artemisa… -
dijo Gabrielle. – Ella es feliz con Regina…
La diosa suspiro.
- Ella es diferente… - dijo con
una sonrisa la diosa pensando en Emma.
Xena y Gabrielle se miraron
sonriendo.
- Lo sabemos… - dijo Gabrielle
mirando a Artemisa.
En ese momento llegaron Emma, Regina,
Ruby y Asteria sonriendo.
- Bueno… - dijo Emma cuando
llegaron. – Ya estamos…
- Muy bien. – dijo Artemisa
sonriendo. – Entonces vámonos…
Se despidieron con una sonrisa
y tras dar la mano a Artemisa, desaparecieron en un fogonazo de luz.
Aparecieron en la sala de un
palacio de estilo griego con columnas y decorado de mármol y oro.
Regina y Emma se quedaron
asombradas por la belleza de aquel sitio.
- Bienvenidas al Olimpo de los
Dioses Griegos… - dijo Artemisa con una sonrisa.
- Vaya… - dijo Emma mirando a
su alrededor. – Esto es asombroso…
Se acercó al balcón y miro
hacia afuera. Desde allí podía ver como estaba todo rodeado de nubes que
parecían de algodón. Podrían verse más palacios que se erigían desde un punto
donde las nubes no dejaba ver, parecía que flotaban.
Regina miraba también asombrada
el paisaje que se presentaba ante sus ojos. Aquel paisaje no se parecía a nada
que hubiera visto antes en ningún lado. Ambas mujeres estaban asombradas ante
el espectáculo de colorido dorado que había allí. Admiraban cada palacio y cada
cascada que había en el Olimpo.
- Tienes razón Emma… - dijo
Regina mirando todo.
- Hay muchos palacios… - dijo
Emma mirando a la diosa de la caza.
- Cada uno es de un dios… -
dijo Artemisa con una sonrisa acercándose donde estaban las dos mujeres. - Allí
está el Palacio de Afrodita, junto al Palacio de Apolo, - explico Artemisa
señalando hacia un lado. – Allí arriba, se encuentra el Palacio de Zeus y el de
Hera… - dijo señalando un palacio que se elevaba por encima de todos. – Ese de
allí, es el Palacio de Atenea, donde se encuentran los grandes archivos de la
Diosa de la Sabiduría, coronados por el gran Jardín de Atenea. – siguió la
diosa de la caza. – Ese de allí, el que está al sur de todos, es Palacio de
Ares, ese del centro el Palacio de Hefestos… - señalo hacia el otro lado. – Ese
de allí es el Palacio de Poseidón, Señor de los Mares, el Palacio de Dionisos
es ese de allí, y el que está al otro lado es el Palacio de Deméter… - dijo con
una sonrisa mirando a las mujeres. – Ese de allí, el que está justo debajo del
Palacio de Zeus, es el de Hermes. Esa cueva, va a dar con el Palacio de Hades,
dios del inframundo. El que está al lado de Afrodita, es el de Eros, su hijo… Y
ese de allí, - dijo señalando un Palacio que estaba un poco más elevado que los
demás, per más bajo que el de Zeus. – Es mi Palacio…
Ambas mujeres miraban hacia
donde Artemisa señalaba, admirando la belleza de cada palacio, que estaba
decorado dependiendo de cada dios.
En centro, había un gran Jardín
donde las cascadas llevaban agua y donde había un lago donde nadaban cisnes. A
su lado, había una extensión de tierra con varios edificios.
- Artemisa… ¿Qué es eso de
allí? – pregunto Emma señalando el campo de entrenamiento.
- Es el Campo de Entrenamiento
de Ares… - dijo con una sonrisa. – Aunque lo usamos todos los dioses para
entrenarnos. – sonrió Artemisa. – Vamos, os enseñare donde os alojareis… - dijo
mirando a las mujeres.
Salieron de la sala donde
estaban y fueron por un pasillo para salir fuera a la luz del día. Poco a poco
se encaminaron hacia el Palacio de Artemisa y en el camino se encontraron con
Afrodita.
- Hola hermana, ¿Qué haces? -
dijo la diosa del amor a Artemisa. – Oh vaya… Traes invitadas… - dijo mirando a
Regina y a Emma, especialmente a la rubia.
- Hola Afrodita… - dijo
Artemisa. – Si… Se van a quedar aquí un tiempo, para que Emma mejore su
técnica… - dijo con una sonrisa mientras caminaba al lado de la diosa del amor.
- ¿Sabes dónde se encuentra nuestro querido hermano?
- Donde siempre, hermana… -
dijo poniendo los ojos en blanco y mirando a su hermana. – En el pozo…
- ¿Otra vez allí? – dijo en
tono cansado Artemisa. – Debe darse cuenta que ella no le ama… Además, ella es
su hija, por el amor de Zeus…
- Lo sé, Artemisa… - dijo
triste Afrodita. – Se lo dije como diosa del Amor y como hermana… Pero no me
hizo caso. El sigue empeñado en que quiere estar con ella, que Gabrielle no la
ama y todas esas cosas. También dice que no ayudo a traerla otra vez a la vida
para que se fuera con ella…
- Pues debe comprender que
ellas son almas gemelas… - dijo con cansancio Artemisa. – No voy a permitir que
haga daño a mi Elegida… - dijo esto con furia dirigiéndose hacia el Pozo.
Emma y Regina habían estado
calladas escuchando toda la conversación y se habían dirigido una mirada
preguntándose de que iba aquella conversación.
Cuando llegaron al Pozo, vieron
al Dios de la Guerra mirando por él, con una cara de anhelo y deseo.
- Hermano… - dijo Artemisa
después de observarle un rato en silencio. – Déjalo ya… Ella no te ama… Además,
es tu hija…
Ares aparto la mirada del Pozo
donde se reflejaba la imagen de Xena y Gabrielle hablando con Ruby y Asteria.
- Me da igual, Artemisa… - dijo
mirando otra vez al Pozo. – Ella es perfecta… Ella es hija de un dios, no la
salve para que este con esa rubita…
- Esa rubita, como tú dices, es
mi Elegida, Ares… - dijo Artemisa seriamente. – No permitiré que le hagas nada…
- Y yo protejo a las dos, Ares…
- intervino Afrodita mirando a su hermano. – El amor que hay entre las dos es
muy poderoso. Más que nosotros 3 juntos…
Ares alzo la mirada hacia la
diosa del Amor.
- Lo sé, Afrodita… Pero me
cuesta verla así… Ella tiene mi sangre, por Zeus… - dijo Ares con
desesperación. – Ella podría ser la Reina de todo el mundo… La Gran
Conquistadora… - se dio la vuelta y se dio cuenta de que Emma y Regina estaban
allí. – ¿Qué hacen aquí? – dijo señalándolas.
Afrodita y Artemisa se dieron
la vuelta para ver a las mujeres que estaban calladas observando.
- Las he traído yo… - dijo la
diosa de la caza. – Quiero que la entrenes, Ares…
- ¿Entrenarla? – dijo mirando a
su hermana. – No lo are… - dijo y se dispuso a marcharse.
- Ares… - dijo seriamente
Artemisa. – Cuando la viste peleando contra el pirata, estabas emocionado. Nos
dijiste que si tuvieras la oportunidad de entrenarla, arias de ella una Gran
Guerrera… - dijo acercándose a su hermano. – Aquí esta, Ares… Entrénala…
Ares miro a su hermana. Tenía
razón. Había visto la pelea que Emma tubo con el pirata y se había
impresionado. Los movimientos que hacia la rubia le recordaban mucho a su
querida Princesa Guerrera. Suspiro y miro a Emma, que en ese preciso momento
estaba diciéndole algo a Regina al oído, la morena se sonrojo y sonrió ante el
comentario de la rubia.
- Muy bien… La entrenare… y a la morena también…
- dijo Ares con una sonrisa mirando a ambas mujeres y se marchó, no sin antes
echarle un vistazo de nuevo al Pozo.
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