Todo estaba
tranquilo aquella mañana de sábado. Nada se movía ni dentro ni fuera de la habitación
donde dos personas dormían abrazadas con una sonrisa en los labios.
En la habitación
de enfrente, un niño salía en completo silencio camino a la habitación
principal.
Abrió la puerta
con cuidado y entro en ella. La habitación estaba en penumbras, pero aun así
podía ver por donde iba.
Llego a la gran
cama que estaba en mitad de la habitación y se fue por el lado donde se
encontraba su madre. Sonrió al verla y arrodillándose a su lado, la llamó en
silencio.
La morena se
despertó al sentir la mano de Henry en su hombro. Abrió los ojos y sonrió al
niño que la miraba con una sonrisa. Miró sobre su hombro a la rubia que la
tenía abrazada y con cuidado se levantó de la cama, cogió la bata de seda y le
dio la mano al niño, quien la agarro con una sonrisa. Y así los dos salieron de
la habitación en silencio.
Cuando estuvieron
fuera de la habitación, se rieron y bajaron a la cocina con prisa las escaleras.
- ¿Crees que le
gustara la sorpresa, mamá? – dijo Henry al llegar a la cocina y ver a su madre
preparar el desayuno.
La morena se dio
la vuelta sonriendo a su hijo.
- Seguro… Pero ya
sabes, nada de decirle que tu abuelo la va a armar caballero. Es su regalo de
cumpleaños. Y si pregunta que por qué se tiene que ponerse la armadura, le decimos
que es para la fiesta de disfraces por su cumpleaños, ¿entendido, cariño?
El niño sonrió a
su madre.
- No te preocupes
mamá… Guardare el secreto…
Regina sonrió a su
hijo y dándose la vuelta empezó a preparar el desayuno.
Parece mentira que
después de todo lo que habían sufrido los tres, ahora estuvieran planeando algo
como aquello.
Sonrió al recordar
como su hijo de 13 años le había propuesto ese regalo para el cumpleaños de su
madre rubia…
“– Mama… Dentro de poco es el cumpleaños de
Emma, ¿verdad? – dijo Henry sentándose delante de su madre en el despacho del
ayuntamiento.
- Si… ¿Por qué lo dices, cariño? – dijo
Regina levantando la mirada de los papeles que tenía encima de la mesa.
Henry la miro con preocupación. No sabía
cómo se lo iba a tomar su madre la idea que tenía en mente y por la cual creía
que a su otra madre, Emma, le iba a gustar.
- Veras… Es que… Quería pedirte un favor… -
empezó el niño con la mirada baja.
- Henry, cariño… Sabes que me puedes decir
cualquier cosa... – dijo con toda su atención dirigiéndola a su hijo.
- Te acuerdas cuando traje a Emma, ¿verdad?
– dijo Henry mirándola. – Cuando dije que ella era la Salvadora, y también que
ella era la Princesa Cisne y que ella era tu Caballero Blanco… - dijo con algo
de vergüenza al recordar aquella época.
Regina lo miraba con una media sonrisa.
Tenía la certeza de donde podría acabar esa petición, pero prefirió que su hijo
acabara.
- Si… Me acuerdo cariño… Pero, ¿Qué me
quieres decir con eso? – dijo curiosa mirando a su hijo.
- Bueno, ella ya es la Salvadora, y también
una Princesa… Yo… Te quería pedir que si podrías armarla Caballero… Tu
Caballero… - dijo bajando la mirada.
Regina lo miro a los ojos y le sonrió. Se
acordaba de aquella época. Su hijo había insistido tanto en eso, que al final
ella había creído también ella que Emma era su Caballero Blanco. Incluso,
habían bromeado con ello los tres. Incluso con los padres de su novia.
- Cariño, ¿para qué quieres que haga eso? –
dijo ella mirándole. – Ya no existe ningún peligro…
El niño la miro a los ojos avergonzado.
- No importa… - dijo él incómodo. - Solo
pensaba que sería un bonito regalo para Emma… ¿Sabes que se ha estado
entrenando con la espada? El abuelo la ha estado enseñando… Incluso ha montado
a “Tormenta”… Y ya sabes que no es de montar a caballo… - dijo su hijo mientras
se levantaba. – Me voy a buscar a Emma. Así nos iremos los tres juntos a casa…
- y se dirigió hacia la puerta.
- Cariño… - lo llamo Regina antes de que
saliera. Henry se dio la vuelta para ver a su madre – Ven cariño… - dijo la
morena levantándose de su silla. Henry se acercó a su madre. Regina le acaricio
la cara. - ¿Estás seguro de lo que me pides? – dijo mirándole a los ojos.
Henry la miro seriamente.
- Si mamá… A ella le gustara. Siempre me
dice que ella está para protegernos a los tres. Y la mejor forma es que sea de
verdad un Caballero. Tu Caballero Blanco…
Regina lo miro con una sonrisa. No le podía
negar nada.
- Muy bien… Lo haremos. Pero existe un
problema cariño… - dijo mirándole. Henry la miraba ansioso. – Yo no soy reina…
Ya no… - dijo con tristeza.
Henry frunció el ceño.
- Si lo eres…. Eres la reina de nuestra
casa… Eso dice Emma y yo la apoyo. Además, da igual que los abuelos sean los
reyes, tú tienes más poder…
Regina le sonrió.
- Muy bien… Pero creo que le aria más
ilusión que la armara caballero su padre… Al fin y al cabo son los reyes
reinantes ahora… - dijo Regina mientras recogía los papeles de su escritorio y
los ordenaba en carpetas.
- Entonces…. ¿Es un sí? -. Dijo Henry
mirando a su madre con una sonrisa.
Regina sonrió.
- Es un sí de mi parte… Ahora hace falta
convencer a tus abuelos… - dijo mientras caminaba hacia la puerta con una mano
en el hombro de su hijo. – Creo que a tu abuelo le gustara… Pero a tu abuela…
Creo que no le va a gustar nada… - dijo con una sonrisa en los labios mientras
salían por la puerta del ayuntamiento y se dirigían al coche de la morena.
- Yo pienso igual… - dijo riéndose.
Se montaron en el coche riéndose y se
dirigieron a la comisaria en busca de la rubia…”
Unos pasos que
bajaban por las escaleras la sacaron de sus pensamientos. Y al momento la voz
de su novia interrumpió en la cocina.
- Hola chico…
Buenos días… - dijo Emma revolviéndole el cabello del chico y dándole un beso
en la sien.
- Hola ma… Buenos
días…. – dijo Henry sonriéndola. – Y feliz cumpleaños… - dijo abrazándola y
dándole un beso.
Emma sonrió y
abrazo a su hijo. Justo en ese momento, Regina se dio la vuelta con las
tortitas y una sonrisa en los labios.
Emma se separó de
su hijo y con una sonrisa se acercó a la morena.
- Mmm… Buenos
días… - dijo mientras la abrazaba por detrás y le besaba la nuca.
Regina sonrió y
dejando el plato de las tortitas en la mesa, acaricio las manos de Emma, las
cuales estaban apoyadas en su estómago.
- Buenos días… -
dijo echando la cabeza hacia atrás. Cerrando los ojos. Se dio la vuelta en los
brazos de la rubia para mirar esos ojos verdes azulados que tanto le gustaban.
– Feliz cumpleaños, querida. – dijo con media sonrisa mientras se acercaba a
besar esos labios.
Emma sonrió y beso
a su novia mientras la abrazaba bajo la atenta mirada de su hijo.
No sabían cuánto
tiempo llevaban allí besándose, perdiéndose en los besos de la otra, hasta que
Henry las interrumpió.
- No es por nada,
me gusta que os queráis y todo eso pero, yo he quedado con el abuelo y tengo
hambre…. – dijo su hijo con una sonrisa.
Ambas se separaron
con una sonrisa en los labios.
- Ok chico… - dijo
Emma sentándose a su lado y quitándole un trozo del plato de frutas que tenía
en frente de él.
- Hey… Esas son
mías… Pícate tú unas. Esas me las pico mamá para mi… - dijo Henry mirando con
los ojos entrecerrados a Emma mientras esta le sonreía comiendo el trozo de
manzana.
Regina los miraba
con una sonrisa mientras picaba los trozos de fruta para el desayuno. Los dejo
en un bol cerca de la rubia y se fue a coger el café de la cafetera.
Mientras, Emma
miraba con una media sonrisa como la morena se desenvolvía en la cocida. Le
guiño un ojo cuando le dejo en frente de ella la taza del café. Regina al ver
el guiño que la rubia le había dado, sonrió un poco más y se sentó en frente de
su hijo que, para o variar, estaba sumergido en la lectura de uno de sus comics,
que con la presencia de la rubia en casa, se había hecho más que presentes. Y
es que a veces, Emma parecía otra adolescente más discutiendo con Henry,
compartiendo con él sus comics y el merchandising que los dos tenían.
Regina sonrió al
verles cuando Henry le estaba hablando sobre una nueva camiseta que había
salido. Eran tal para cual…
Cuando estaban
recogiendo el desayuno, el timbre de la puerta sonó.
- Ese debe de ser
el abuelo… - dijo Henry saliendo corriendo de la cocina para poder abrir la
puerta.
En ese momento,
Emma deja lo que estaba haciendo y se acercó a Regina que estaba lavando las
cosas del desayuno. La agarró de la cintura y pasando sus manos por ella, se
apretó a la espalda de la morena besándole el cuello. Regina cerró los ojos al
sentir los labios de Emma sobre su cuello y lo hecho hacia un lado para darle
más espacio,
- Mmmm…. ¿Cuándo
tendré mi regalo de cumpleaños? – dijo mientras pasaba la lengua por el cuello.
Regina se
estremeció ante aquello dejando salir un suspiro de su boca. Dejo los platos y se
secó las manos. Se dio la vuelta y miro a Emma a los ojos. Con una sonrisa se acercó
a los labios de la rubia y la besó lentamente. La rubia gimió en los labios de
la morena mientras esta acariciaba el cuello de Emma y Emma acariciaba la
cintura de Regina.
Regina se separó
de Emma.
- Tu regalo,
Señorita Swan, se lo daré esta noche… En privado… - dijo Regina mirándola a los
ojos con una pícara sonrisa.
Emma alzo una ceja
sonriendo de lado y se inclinó a besarla cuando unas voces las interrumpieron
en mitad del beso.
- ¡¡¡Felicidades
Cariño…!!! – dijeron Mary Margaret y David entrando a la cocina llevando en
brazos al pequeño hermano de la rubia y detrás de ellos, Henry.
Mas!! Por dios!!!Un buen comienzo para una gran historia y se que nos espera muchas sorpresa y mucha intrigas!!
ResponderEliminar